domingo, 24 de agosto de 2014

El que escribe piensa, el que piensa aprende, el que aprende cambia y el que cambia desentona.


Y acá comienzo. Bien, desde hace tiempo que no he redactado algo más allá de planes de negocio o discursos políticos. Soy Juan Sabín, soy mercadólogo, soy de Colima, México, y pretendo retomar algo que dejé atrás, hace ya varios años: Escribir.



Estudié la preparatoria en un bachillerato privado de mi pueblo; podría sonar muy pretencioso, pero en realidad es todo lo contrario. Estas instituciones existen en mi comunidad para recibir a todos aquellos postulantes que no fueron aceptados por los bachilleratos de la universidad, que a decir verdad son de muy buen nivel académico. Todo mundo quería entrar en el "bachi 20" que era el del turno matutino; de alguna manera el horario de tu bachillerato rige tu grado intelectual, clase social y hasta ingreso familiar. Los de la mañana eran los listos y/o de familias acomodadas; los de la tarde eran los que no alcanzaron lugar en la mañana o no traían un buen promedio; y qué decir de la noche, ahí entraba la clase trabajadora, que en el caso de mi pueblo se refiere a todos aquellos que trabajan en el corte de limón, en la zafra o cualquier otro oficio relacionado al campo.



Yo por suerte me libré de este dilema de competir por un lugar para presumir mi posición social y decidí por voluntad propia estudiar donde estudian los que no quiso la universidad; después de todo, jamás me interesó analizar quién era yo en medio de esta sociedad, para mí todos eran exactamente lo mismo, algunos más altos o gordos que otros, pero al final de cuentas lo mismo.



Fue ahí, en el "Instituto Licenciado Benito Juárez", que por fortuna tuve excelentes profesores, quienes por primera vez en mis 15 años de vida (en ese entonces) me hicieron reflexionar. Hasta ese momento yo era sólo un ente existente que hacia... pues eso, existir. Venía de una infancia feliz como la de muchos niños, mezclada con una adolescencia no tan feliz como me hubiese gustado, como la de todos los adolescentes en la historia de la humanidad. No era consciente de la realidad de mi pueblo, de sus deficiencias sociales y sus marcadas carencias económicas; mucho menos de la situación de mi país, yo vivía en México y ya. Pero luego vino el Profe Juanito o el Profe Armando, el maestro Elim, que más que maestro era algo así como un híbrido entre estudiante "desmadroso" y Psicólogo consejero.



El Profe Juanito por una parte me habló de algo que él llamaba Filosofía, tan aburrida como sonaba, terminó por abrumarme la mente y hacerme consciente de muchas realidades. Por otra parte el Profe Armando me enseñaba de economía y leyes de mercado, que de alguna manera muy extraña me hicieron molestarme con la situación económica de mi pueblito, que hasta ese momento yo lo veía tan bello y próspero; después de esas clases, vi mi pueblo gris, sucio y pobre.



Elim (a quien jamás llamamos maestro o profesor, sólo Elim) terminó por darme el golpe de gracia en una de las reuniones que hacíamos en su casa. Me obsequió un libro, el primer libro completo que hasta ese momento había leído; en una sociedad donde nadie lee, leer no era un hábito necesario para convivir con dicha sociedad. El libro se llamaba "El Milagro Más Grande del Mundo", aún lo conservo con mucho cariño. Cuando cerré el libro, entendí que no estoy en este mundo para ser parte de lo mismo que todos vienen haciendo, no estoy aquí para competir por un lugar en el bachillerato, no estoy aquí para progresar como parte del retroceso de mi comunidad; sino que estoy aquí para hacer algo que nadie más hacía, algo que tal vez no tenía valor para nadie pero que fuera la cosa más valiosa para mí. Entonces comencé a escribir.



Escribía de mí y para mí, mis problemas, los de mis amigos, cómo los problemas de mis amigos me causaban problemas; ya saben, lo usual de la post-adolescencia. Por más tonto y absurdo que fuera lo que escribía, terminó por volverse parte de mi persona. Ya una vez en la universidad, pude esculpir un poco mis redacciones, al grado que lo que era una tarea de Taller de Lectura y Redacción, terminó por publicarse en el Diario de Colima. Ese acontecimiento me emocionó y guardé todo lo que escribí con la esperanza de algún día publicarlo (algún iluso podría interesarse en mis problemas, no sé, este mundo está muy loco). Y después de ese clímax, todo se detuvo.



Egresé, me dio depresión pos-estudio/pre-empleo, comencé a trabajar y después de eso, olvidé mis textos. Terminé por extraviar todo lo que había escrito y cuando  me robaron la computadora donde tenía guardadas mis últimas redacciones, ahí murió todo.



Pero ahora, quiero retomar las cosas, no donde me quedé, sino desde el comienzo. Sí, bueno, escribo textos muy largos y tal vez aburrido, son mis problemas y pensamientos después de todo, y no tengo el deseo que algún día se publique algo mío, sólo tengo la esperanza de que así como en el bachillerato hubo maestros, verdaderos maestros, que me hicieron reflexionar sobre mi realidad; todas estas líneas aburridas y sosas puedan hacer que alguien más reflexione, tome el teclado y comience a escribir.



El que escribe piensa, el que piensa aprende, el que aprende cambia y el que cambia desentona con el ambiente. Y así es como justifico este blog que apenas comienzo ¡Cómo no lo hice antes!

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