Actualmente me encuentro estudiando un posgrado en Medio Ambiente, Gestión y Sustentabilidad; como parte de mis deberes, se me dio a la tarea realizar un ejercicio reflexivo de las "realidades ausentes" que me rodean. En términos humanamente comprensibles, las realidades ausentes son todos aquellos acontecimientos que existen en la realidad pero que no logramos percibir por no formar parte de "nuestra realidad". Son las cosas que nos tienen al pedo1 si van o vienen pues.
Aunque es una actividad muy simple, me pareció sumamente relevante y creo que es algo que debería formar parte de nuestra vida diaria. A continuación presento el resultado de mi reflexión:
El día de ayer a medio día, me encontraba conduciendo por el pueblo donde viven mis padres, lugar donde también trabajo. Usualmente a esa hora hace demasiado calor,
así que siempre ando con el aire acondicionado en el auto a todo lo que da. Hay
un semáforo en la avenida principal del pueblo por donde debo pasar por lo menos 5 veces al día y por azares del
destino casi siempre me toca en rojo.
En ese lugar a veces está un chavo,
más o menos de mi edad, que se dedica a limpiar parabrisas, tiene años
trabajando en eso, lo recuerdo haber visto ahí desde que yo estaba en la preparatoria.
Honestamente no soy muy dado a dejar que los limpiaparabrisas se acerquen a mi
auto, tal vez porque eso es lo que siempre vi hacer a mis papás, es algo
estúpido pero a veces lo hago sin pensar. Sin embargo, a este chico nunca se lo
he negado, debe ser por la forma amable en que se acerca a ofrecerte su
servicio, o tal vez porque para mí ya es alguien con muchos años de conocer de
vista, no lo sé.
Esta era como la tercera vez que
pasaba por el semáforo, yo supongo que él ya me ubica porque sólo se acerca a
mi auto la primera vez que paso. Lo vi a lo lejos trabajando, y decidí que me
iba a tomar unos minutos para ver qué era lo que pasaba durante su día.
Me estacioné unos metros adelante,
abrí la puerta del auto y la primer cosa en la que reaccioné ¡¡¡fue en el
calor!!! Estaba haciendo un calor insoportable, y este chico llevaba horas
trabajando así, yo a esa hora usualmente también estoy en la calle haciendo
pagos o papeleo, pero vamos, salgo del aire acondicionado del auto para después
entrar al aire acondicionado del banco; no me había dado cuenta del ambiente en
el que este chavo debe trabajar.
Después me quedé por ahí observando,
miré primero cuántas personas lo dejaban limpiar el parabrisas, esperé 5 tandas
de semáforo rojo, y de todas las veces que insistía, solamente una persona por
semáforo lo dejaba trabajar, y en una de esas nadie lo dejó.
Después observé qué era lo que
hacía mientras el semáforo estaba en verde, es decir, lo he visto por años,
pero siempre durante el alto, me intrigaba saber lo que hacía mientras
esperaba.
Miré que se quedó ahí en la sombra,
lo que vi fue una persona agotada, la forma en que lo puedo describir es que vi
a un chico joven con el rostro fatigado de un anciano. Después de eso, y para
mi sorpresa, metió su mano a la bolsa de su short manchado, y sacó un celular;
no era un teléfono espectacular, ningún iPhone o Galaxy, ni nada que se le
parezca, era un aparato simple pero al parecer muy funcional para él, porque en
cuanto lo sacó comenzó a escribir y a sonreír, tal vez se mensajeaba con algún
amigo, o su pareja o tal vez con su familia.
Entonces caí en cuenta de algo que
ya había analizado alguna vez en mi vida: todos tenemos una historia o una
realidad en la que cada quien es el personaje principal, el personaje de
nuestras propias vidas.
Normalmente, así es como la mayoría
vemos al mundo; después de todo, desde nuestros ojos todo lo demás parece moverse alrededor, y pocas veces nos detenemos a analizar cómo es que nosotros
al mismo tiempo giramos alrededor de otras historias; las historias de nuestros
padres, las historias de nuestras parejas, del vecino, de nuestros ancestros
fallecidos; y a veces sin darnos cuenta, también giramos entorno a la historia
del chico que limpia los parabrisas en
el semáforo de la esquina.
Esta
actividad me ayudó a regresar a un punto de mi vida en el que mi análisis del
mundo no se dirigía desde mi propia existencia en él, sino a una época en la que
era la existencia del mundo mismo la que causaba mi curiosidad. Creo que todos
pasamos por ahí alguna vez, normalmente en ese periodo también jugamos a “las traes” y medimos menos de 1.50,
pero algo muy cierto es que cuando somos niños, nuestro nivel analítico está
enfocado hacia lo que aún no conocemos, y son esas realidades ausentes las que
nos causan intriga y no lo que de antemano ya sabemos. Por lo tanto y para
concluir, considero que si recuperamos nuestra capacidad de asombro, seremos
hábiles para entender nuestro entorno de una forma más profunda y real.
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Nota 1: Al pedo: Que nos tiene sin cuidado, que no causa intriga, que estamos sin pendiente de ello.