martes, 22 de marzo de 2016

¿Qué es ser un Estudiante en Línea?



Para poder dar respuesta a esta pregunta se necesita comprender cómo funciona esta modalidad de estudios. El estudio en línea incorpora el uso de las Tecnologías de la Informática y la Comunicación, las cuales forman parte de la transformación social cultural e histórica de la humanidad. 

En la actualidad, son estas tecnologías las que permiten el intercambio de la información a velocidad luz entre un punto del planeta y otro, y es en este hecho en el que se basa el estudio en línea. Para ello se necesita un entorno o aula virtual donde se llevará a cabo dicho estudio, el cual está diseñado para permitir el flujo de información entre los participantes.


El estudiante en línea se distingue porque tiene una actitud de ir al frente, y a no esperar a que sucedan las cosas o que el profesor le indique lo que tiene que hacer. En comparación con un estudiante presencial, el estudiante en línea presenta mayor dinamismo y participación, impulsado por el fácil flujo de la interacción. El estudiante en línea no se encuentra sujeto a los horarios y a los espacios físicos para dar paso a la autogestión; esto implica que el mismo es quien determina donde, como, cuando, y cuanto estudia, lo que le da al estudiante el papel protagónico dentro de su proceso de aprendizaje.

Sumado a esto, la plataforma de foro que ofrecen las aulas virtuales, permiten también la interacción entre los estudiantes, agilizando así la resolución de dudas y el intercambio de conocimiento. 

Además de las características anteriores, el estudiante en línea debe desarrollar competencias interpersonales. Éstas constituyen herramientas básicas para el desarrollo humano. En la medida que el estudiante en línea desarrolle y potencie las habilidades tanto académicas como interpersonales descritas en los apartados anteriores, el estudiante podrá en paralelo superar retos propios a su vida académica. 

El ser un estudiante en línea implica ciertos saberes, actitudes, retos, exigencias, ventajas y compromisos, pero sobre todo la disposición de aprender, la educación en línea no tiene porque concebirse como fácil o difícil, el estudiante en línea tiene ante sí la oportunidad de marcar su propio ritmo de aprendizaje y de trazar sus horizontes de estudio de acuerdo con sus metas académicas. 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Ejercicio de las Realidades Ausentes


Actualmente me encuentro estudiando un posgrado en Medio Ambiente, Gestión y Sustentabilidad; como parte de mis deberes, se me dio a la tarea realizar un ejercicio reflexivo de las "realidades ausentes" que me rodean. En términos humanamente comprensibles, las realidades ausentes son todos aquellos acontecimientos que existen en la realidad pero que no logramos percibir por no formar parte de "nuestra realidad". Son las cosas que nos tienen al pedo1 si van o vienen pues.

Aunque es una actividad muy simple, me pareció sumamente relevante y creo que es algo que debería formar parte de nuestra vida diaria. A continuación presento el resultado de mi reflexión:

El día de ayer a medio día, me encontraba conduciendo por el pueblo donde viven mis padres, lugar donde también trabajo. Usualmente a esa hora hace demasiado calor, así que siempre ando con el aire acondicionado en el auto a todo lo que da. Hay un semáforo en la avenida principal del pueblo por donde debo pasar  por lo menos 5 veces al día y por azares del destino casi siempre me toca en rojo.

En ese lugar a veces está un chavo, más o menos de mi edad, que se dedica a limpiar parabrisas, tiene años trabajando en eso, lo recuerdo haber visto ahí desde que yo estaba en la preparatoria. Honestamente no soy muy dado a dejar que los limpiaparabrisas se acerquen a mi auto, tal vez porque eso es lo que siempre vi hacer a mis papás, es algo estúpido pero a veces lo hago sin pensar. Sin embargo, a este chico nunca se lo he negado, debe ser por la forma amable en que se acerca a ofrecerte su servicio, o tal vez porque para mí ya es alguien con muchos años de conocer de vista, no lo sé.

Esta era como la tercera vez que pasaba por el semáforo, yo supongo que él ya me ubica porque sólo se acerca a mi auto la primera vez que paso. Lo vi a lo lejos trabajando, y decidí que me iba a tomar unos minutos para ver qué era lo que pasaba durante su día.

Me estacioné unos metros adelante, abrí la puerta del auto y la primer cosa en la que reaccioné ¡¡¡fue en el calor!!! Estaba haciendo un calor insoportable, y este chico llevaba horas trabajando así, yo a esa hora usualmente también estoy en la calle haciendo pagos o papeleo, pero vamos, salgo del aire acondicionado del auto para después entrar al aire acondicionado del banco; no me había dado cuenta del ambiente en el que este chavo debe trabajar.

Después me quedé por ahí observando, miré primero cuántas personas lo dejaban limpiar el parabrisas, esperé 5 tandas de semáforo rojo, y de todas las veces que insistía, solamente una persona por semáforo lo dejaba trabajar, y en una de esas nadie lo dejó.

Después observé qué era lo que hacía mientras el semáforo estaba en verde, es decir, lo he visto por años, pero siempre durante el alto, me intrigaba saber lo que hacía mientras esperaba.

Miré que se quedó ahí en la sombra, lo que vi fue una persona agotada, la forma en que lo puedo describir es que vi a un chico joven con el rostro fatigado de un anciano. Después de eso, y para mi sorpresa, metió su mano a la bolsa de su short manchado, y sacó un celular; no era un teléfono espectacular, ningún iPhone o Galaxy, ni nada que se le parezca, era un aparato simple pero al parecer muy funcional para él, porque en cuanto lo sacó comenzó a escribir y a sonreír, tal vez se mensajeaba con algún amigo, o su pareja o tal vez con su familia.

Entonces caí en cuenta de algo que ya había analizado alguna vez en mi vida: todos tenemos una historia o una realidad en la que cada quien es el personaje principal, el personaje de nuestras propias vidas.

Normalmente, así es como la mayoría vemos al mundo; después de todo, desde nuestros ojos todo lo demás parece moverse alrededor, y pocas veces nos detenemos a analizar cómo es que nosotros al mismo tiempo giramos alrededor de otras historias; las historias de nuestros padres, las historias de nuestras parejas, del vecino, de nuestros ancestros fallecidos; y a veces sin darnos cuenta, también giramos entorno a la historia del chico que limpia los parabrisas  en el semáforo de la esquina.

Esta actividad me ayudó a regresar a un punto de mi vida en el que mi análisis del mundo no se dirigía desde mi propia existencia en él, sino a una época en la que era la existencia del mundo mismo la que causaba mi curiosidad. Creo que todos pasamos por ahí alguna vez, normalmente en ese periodo también jugamos a “las traes” y medimos menos de 1.50, pero algo muy cierto es que cuando somos niños, nuestro nivel analítico está enfocado hacia lo que aún no conocemos, y son esas realidades ausentes las que nos causan intriga y no lo que de antemano ya sabemos. Por lo tanto y para concluir, considero que si recuperamos nuestra capacidad de asombro, seremos hábiles para entender nuestro entorno de una forma más profunda y real.

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Nota 1: Al pedo: Que nos tiene sin cuidado, que no causa intriga, que estamos sin pendiente de ello.

domingo, 24 de agosto de 2014

El que escribe piensa, el que piensa aprende, el que aprende cambia y el que cambia desentona.


Y acá comienzo. Bien, desde hace tiempo que no he redactado algo más allá de planes de negocio o discursos políticos. Soy Juan Sabín, soy mercadólogo, soy de Colima, México, y pretendo retomar algo que dejé atrás, hace ya varios años: Escribir.



Estudié la preparatoria en un bachillerato privado de mi pueblo; podría sonar muy pretencioso, pero en realidad es todo lo contrario. Estas instituciones existen en mi comunidad para recibir a todos aquellos postulantes que no fueron aceptados por los bachilleratos de la universidad, que a decir verdad son de muy buen nivel académico. Todo mundo quería entrar en el "bachi 20" que era el del turno matutino; de alguna manera el horario de tu bachillerato rige tu grado intelectual, clase social y hasta ingreso familiar. Los de la mañana eran los listos y/o de familias acomodadas; los de la tarde eran los que no alcanzaron lugar en la mañana o no traían un buen promedio; y qué decir de la noche, ahí entraba la clase trabajadora, que en el caso de mi pueblo se refiere a todos aquellos que trabajan en el corte de limón, en la zafra o cualquier otro oficio relacionado al campo.



Yo por suerte me libré de este dilema de competir por un lugar para presumir mi posición social y decidí por voluntad propia estudiar donde estudian los que no quiso la universidad; después de todo, jamás me interesó analizar quién era yo en medio de esta sociedad, para mí todos eran exactamente lo mismo, algunos más altos o gordos que otros, pero al final de cuentas lo mismo.



Fue ahí, en el "Instituto Licenciado Benito Juárez", que por fortuna tuve excelentes profesores, quienes por primera vez en mis 15 años de vida (en ese entonces) me hicieron reflexionar. Hasta ese momento yo era sólo un ente existente que hacia... pues eso, existir. Venía de una infancia feliz como la de muchos niños, mezclada con una adolescencia no tan feliz como me hubiese gustado, como la de todos los adolescentes en la historia de la humanidad. No era consciente de la realidad de mi pueblo, de sus deficiencias sociales y sus marcadas carencias económicas; mucho menos de la situación de mi país, yo vivía en México y ya. Pero luego vino el Profe Juanito o el Profe Armando, el maestro Elim, que más que maestro era algo así como un híbrido entre estudiante "desmadroso" y Psicólogo consejero.



El Profe Juanito por una parte me habló de algo que él llamaba Filosofía, tan aburrida como sonaba, terminó por abrumarme la mente y hacerme consciente de muchas realidades. Por otra parte el Profe Armando me enseñaba de economía y leyes de mercado, que de alguna manera muy extraña me hicieron molestarme con la situación económica de mi pueblito, que hasta ese momento yo lo veía tan bello y próspero; después de esas clases, vi mi pueblo gris, sucio y pobre.



Elim (a quien jamás llamamos maestro o profesor, sólo Elim) terminó por darme el golpe de gracia en una de las reuniones que hacíamos en su casa. Me obsequió un libro, el primer libro completo que hasta ese momento había leído; en una sociedad donde nadie lee, leer no era un hábito necesario para convivir con dicha sociedad. El libro se llamaba "El Milagro Más Grande del Mundo", aún lo conservo con mucho cariño. Cuando cerré el libro, entendí que no estoy en este mundo para ser parte de lo mismo que todos vienen haciendo, no estoy aquí para competir por un lugar en el bachillerato, no estoy aquí para progresar como parte del retroceso de mi comunidad; sino que estoy aquí para hacer algo que nadie más hacía, algo que tal vez no tenía valor para nadie pero que fuera la cosa más valiosa para mí. Entonces comencé a escribir.



Escribía de mí y para mí, mis problemas, los de mis amigos, cómo los problemas de mis amigos me causaban problemas; ya saben, lo usual de la post-adolescencia. Por más tonto y absurdo que fuera lo que escribía, terminó por volverse parte de mi persona. Ya una vez en la universidad, pude esculpir un poco mis redacciones, al grado que lo que era una tarea de Taller de Lectura y Redacción, terminó por publicarse en el Diario de Colima. Ese acontecimiento me emocionó y guardé todo lo que escribí con la esperanza de algún día publicarlo (algún iluso podría interesarse en mis problemas, no sé, este mundo está muy loco). Y después de ese clímax, todo se detuvo.



Egresé, me dio depresión pos-estudio/pre-empleo, comencé a trabajar y después de eso, olvidé mis textos. Terminé por extraviar todo lo que había escrito y cuando  me robaron la computadora donde tenía guardadas mis últimas redacciones, ahí murió todo.



Pero ahora, quiero retomar las cosas, no donde me quedé, sino desde el comienzo. Sí, bueno, escribo textos muy largos y tal vez aburrido, son mis problemas y pensamientos después de todo, y no tengo el deseo que algún día se publique algo mío, sólo tengo la esperanza de que así como en el bachillerato hubo maestros, verdaderos maestros, que me hicieron reflexionar sobre mi realidad; todas estas líneas aburridas y sosas puedan hacer que alguien más reflexione, tome el teclado y comience a escribir.



El que escribe piensa, el que piensa aprende, el que aprende cambia y el que cambia desentona con el ambiente. Y así es como justifico este blog que apenas comienzo ¡Cómo no lo hice antes!